03 octubre 2006

Lo corrimos por PUTO, no por GAY

Antes de encausar mi vida como Nuestra Santa Madre Coatlicue manda, so pena de enfrentar la divina ira de su inmaculado hijo Huitzilopochtli, debo confesar que tuve una incursión inicíatica en el IPN, en la escuela diseñada exprofeso para esos menesteres; la heroica EST (Superior de Turismo) .
Esas andanzas sin lugar a dudas marcaron mi escolapia vida, ya que de cada diez alumnos siete eran mujeres, uno homosexual declarado, otro indeciso y yo; que ya me había orientado y disfrutado plenamente mi gusto por el sexo femenino. Era o es la única escuela del politécnico dónde incluso los poco agraciados o francamente feos (como el que esto escribe) teníamos oportunidad de emular al famoso señor Tenorio, tan representado en el mes de noviembre.
En una comunidad pequeña, como era en ese tiempo la mencionada escuela, se sucedía un fenómeno divertidísimo; cuando los escasos hombres no teníamos novia, eramos sujetos de todo tipo de invitaciones y atenciones por parte de la población femenína, pero en cuanto salíamos dos veces con la misma compañera, atenciones e invitaciones desaparecían o por le ménos decrecían drásticamente.
En ese ambiente laxo y abiertamente desmadroso, había lugar para todo tipo de amistades, por ejemplo, habia un compañero de semestres más adelantados que francamente se asumía como "gay", es decir enfrentaba y asumía su orientación sexual sin ningún tipo de culpa, lo que se conjugaba con dos aspectos importantes de su personalidad; la gran inteligencia y cultura que le permitía llegado el caso el uso de la ironía fina, que le permitía enfrentar las críticas y envidias tanto de feminas como de hombres, y la enorme capacidad para rodearse de mujeres hermosas, quienes lo arropaban como una más. Conocí a Hugo (que asi se llama) enmedio de un partido de futbol. Al medio día gastabamos algo de testosterona jugando "tochito" que gradualmente se tornaba en juego de futbol américano sin equipo correspondiente, en el patio de cemento de la escuela. Aunque teniamos canchas de cesped para jugarlo, preferiamos hacerlo en la explanada, frente a la cafeteria dónde nos exhibíamos ante el público femenino. Y conocí a Hugo cuando un rival de juego atinó a derribarme contra una banca de cemento, justo después de mi vano intento por atrapar un pase lanzado por mi "quarterback". Caí sobre las piernas de Hugo y de Carmen, que miraban el partido sentados en la banca. Con un "que animal eres güey!" se inició lo que posteriormente sería una desmadrosa amistad. Semanas más tarde Hugo me recibía a medio patio de la escuela con abrazos y frases cariñosas, y despertando el consecuente escándalo entre mis compañeros, quienes absortos me custionaban tanta permisividad con Hugo. Incluso una vez Javier, uno de esos amigos que uno frecuentará en tanto viva, curioso me preguntó; ¿Que te traes con el maricón ese? ¿No te dice nada Gaby? ¿Te has vuelto maricón tú? Yo, entre divertido y medio encabronado por la duda le dije: " En la fiesta de mañana contestaré todas tus dudas, solo espero -añadí- que no terminemos nuestra amistad". Terminando la frase continué camino del salón de clase, disfrutando la duda sembrada y la expresión dibujada en el rostro del amigo. La noche de la fiesta fue movida, destrampada, dónde el alcohol, la musica, el baile, y alguna sustancia introducida de contrabando sirvieron de vehículo para la explosión de feromonas que dionisiacamente nos conducían a hombres, mujeres , y como diría el buen amigo Pseudo hasta al perro, a los jardines de la sexualidad. En esa fiesta fue un verdadero aquelarre, Hugo nos presentó a un grupo de jovenes mujeres, su hermana entre ellas, que trabajaban como modelos de una agencia publicitaria. En tanto las ideas de Javier oscilaban entre sus dudas por mi sexualidad y la belleza de la chica que le insistía en bailar. Antes del amanecer nos trasladabamos en el heroíco volkswagen de mi amigo Javier a esa ínsula infernal que suele convertirse el mercado de San Camilito en la folklorica y miserable Plaza Garibaldi. "Cabrón -dijo Javier- yo pensé que te habías vuelto gay" . Días más tarde, el también aceptaba los estruendosos saludos de Hugo. Sin duda nuestra amistosa relación con él se basaba en la conveniencia, más que en la convivencia; pero ¿no la mayoría de relaciones se basa, conciente o inconcientemente en algún tipo de conveniencia, lo que permite la saludable convivencia?
Las amigas de Hugo bién valían una misa. Semanas más tarde, en otra fiesta organizada por Hugo, conocimos a directivos de la Federación Nacional Turística y Gastronómica, a media velada y sin duda alguna bajo los auspicios de Baco, uno de estos personajes nos ofreció la posibilidad de cumplir con nuestra cuota curricular de horas-práctica en los restaurantes, bares y hoteles afiliados a dicha federación. Transcurridas unas semanas, la directora de la escuela nos recibía; al Presidente y al Vicepresidente del recién creado Consejo Estudiantil de la EST, es decir al que esto escribe y a Javier; que como grupo estudiantil habíamos previamente suscrito un convenio con la FNTyG (del PRI a web!) por seiscientos espacios para prácticas estudiantiles, mucho más que los que la escuela tenía; e invitabamos a las autoridades a que firmaran el convenio en un evento en que ellas solamente aportarían el aval, y los dineros para un evento-fiesta en un hotel de Paseo de la Reforma. Gracias al desmadre y a Hugo éramos casi héroes en el Poli, aún por encima de los ancestrales y temidos "porros" de la FEP. Antes de concluir ese historico (para nosotros) primer semestre, se unió al grupo de Hugo un tal Alvaro, tambien declarado homosexual, pero sin la cultura y el don de gente del primero. Alvarito como le llamabamos pretendió de buenas a primeras tratarnos y recibir el mismo trato que Hugo, sin lograrlo, ya que permeaba su personaliad la ligereza de opinión, la grosería burda, la mentira, la deslealtad, y afán de tirarse a culaquiera de nosotros.
Una tarde y en tanto Javier y Gaby presentaban algún examen escolar, me encontró en la cafetería de la escuela y me abordó, para comentar supuestas deslealtades y traiciones de Javier y Gaby (con quien yo salía), y se siguió con el parlante tejido, sin encontrar cualidad en alguno de los compañeros del grupo.
Cuando mi enfado se hizo más evidente y estaba por mandarlo a repetir la misma circunstancia de Edipo ( o sea, a Chihuahua a un baile) intentó por todos los medios convencerme de que omitiera y olvidara sus palabras, al no obtener tal promesa de mi persona, amenazó con anteponer mi nombre a sus aseveraciones.
Bastaron un par de puntapiés para invitarlo a abandonar el grupo, cosa que hizo de la manera más estruendosa; acusándome de homofóbico, intolerante y violento. El chisme en forma de escándalo recorrio inmediatamente la escuela, lo que me obligó a comentar con la banda los motivos exactos de mi actitud. En el patio, días mas tarde, el profesor de Ética (que dicho sea de paso, se embriagaba con el grupo) aprovechó que la banda estabamos planeando las fiestas de fin de semana para hacerme los mismos señalamientos que sobre mi persona había hecho Alvaro; asi que aprovechando la calvicie de la ocasión puntualicé: "A Alvaro no lo golpeé y corrí por homosexual, sino por puto, que son cosas muy diferentes". El maestro sonrió y comentó que fuera del sentido despectivo del término puto, en realidad ambos términos eran sinónimos.
Solamente le obsequiamos media razón al profesor; en cuanto al sentido despectivo del término y le quitamos la carga sexual del mismo; ya que como le explicamos; una cosa era ser homosexual o "gay" y una muy diferente ser puto, cosa que se inscribe más en la conducta social del individuo, por encima de sus preferencias sexuales.
Luego entonces establecimos (al manos para la banda) que puto era el chismoso, el "chinga quedito", el desleal, al traidor, el falso, el que sonriente saluda con una mano y con otra golpea, el dos caras, etc.; ésto, independientemente de sus preferencias sexuales. Con Hugo continuamos la amistad, incluso años más tarde, hasta que se mudó a Roma a trabajar en una oficina de la OMT (Organización Mundial del Trabajo) y entre los cambios de domicilio y de teléfono, nos perdimos la pista. Aún ahora, de vez en cuando Javier y yo recordamos divertidos nuestro paso por la venturosa Superior de Turismo y de las amistades y aventuras que en ella hicimos, por supuesto dónde nuestro amigo "gay" Hugo es gratamente recordado y el puto Alvarito solamente mencionado.