29 noviembre 2006

Héroe por un día...

Santo Dior, cuanto tiradero! ¿No puede uno dedicarse a las labores propias de su sexo (lavar y planchar) y que algún extraviado posteé algo por uno? Bien, en lo que recojo el tiradero; y una vez visitado el Blog de Angeek, vengo con la memoria refrescada y un tanto cuanto (Pardavé dixit) keyborréico. Resulta que hace algunas dos o tres guerras, una que otra invasión y dos atentados mundiales y en el ámbito nacional uno que otro fraude electoral y como ochocientos de los otros; éste su servilleta, tenía como principal distracción y actividad social la escuela secundaria. Así es jovenes amigos, fuí a la secundaria, aunque mi "expression style" demuestre lo contrario; fui a una oficial, la gloriosa Escuela Secundaria 116 Francisco Zarco. El nombre del plantel es es importante para esta historia. Resulta que había en ese entonces que seleccionar un taller a web, y como siempre he evitado la fatiga, pues que decido por Artes Plásticas, sobre todo por la clase de pintura. El profesor de dicho taller era un tipo joven, con el pelo largo y con ideas socialistas. Al ménos todos queriamos tener el cabello del mismo largo que el maestro, aunque eso del socialismo nos confundía mucho. El fue el medio para descubrir, son pretexto de estudiar los trazos, a Rius. Mas que a Don Eduardo del Rio y a su Rosita W, descubrimos de una manera fácil las ideas de libertad, democracia y uno que otro tip sobre la conformación de la sociedad mexicana. Bien, pues entre los textos leídos en el taller y las preguntas a la maestra Bety de historia, fuimos descubriendo a una serie de personajes históricos que se habían disntiguido por luchar por un cambio social. Pronto nos enteramos de quién había sido Don Francisco Zarco, y su lucha por la libertad de expresión, pero tambien descubrimos a Ernesto Guevara y su lucha por una sociedad mundial libre, justa, tolerante e inclusiva. Así con esa información y la testosterona propia de la edad, cambie el paño por mi playera blanca impoluta (esta si, aunque no virgen) y plasmé con óleo rojo, un enorme rostro del Che Guevara en la espalda y otro de Don Pancho Zarco en el frente, éste con óleo negro. Termine mi playera a la que titulé "El Santo rostro" un viernes, y con todo cuidado la llevé a casa a que secra la pintura. El lunes siguiente, y como se acostumbraba en aquellas épocas, cuando aún se creía en la Revolución Mexicana como institución, se realizaba una ceremonia con honores a la bandera y se festejaba a cualquiera de los héroes del almanaque oficial (al que le correspondiera por fecha, claro), y yo reestrenaba mi playera, sucitando comentarios en las filas de estudiantes. A petición del respetable, me quité el suéter y exhibí mi obra de arte. Nunca supe si por celos o por disciplina, pero el caso es que ante el creciente rumor estudiantil, la directora del colegio bajó del estrado y se dirigio donde los de primero haciamos fila; quiza fueron los colores o quizá no le gustó la selección de color, pero el caso es que desaprobó mi forma de expresión y "amablemente" me pidió que la siguiera. Yo, como joven educado que siempre he sido, obedecí y caminé tras ella, sin saber que haría mi debut en pasarela. Y si, la "señora" directora me exhibio delante de toda la comunidad de la Panchito Zarco. Pese a su encabronamiento, debo decir que la mayoría de los compañeros estudiantes me veía con cierta clase de admiración doble; ya que el "estudioso" ñoño o nerd, se había atrevido a romper los límites en donde los más "rudys" se detenían. Quizá la celosa directora notó esto y de inmediato recetó un acto de penitencia; y si el motivo era cierta ideología antimperilaista, el desagravio debía ser en contro sensu. El suguiente lunes me correspondería declamar un poema o algún discurso de un personaje anglosajón. La sentencia habia sido dictada y era inatacable. Me regresaron a casa, no sin antes aclarame que no podría regresar al colegio con esa playera. Conté a mis padres lo ocurrido, ésto me significó otro regaño materno, aunque despues vino un consejo paterno; -consigue el discurso de Martin Luther King, Un sueño- me dijo mientras me miraba con un halo de complicidad. Al día siguiente en la escuela había división, para algunos, que despues de escuchar la opinión de algunos maestros, yo era una peligrosa amistad y para la raza que me había adoptado ya, y para quienes era una especie de antihéroe. En la clase de pintura, entre los compañeros y el profesor defendieron mi derecho a expresarme tanto artísticamente como ideologicamente. Les comenté sobre el consejo de mi padre y les pareció una buena idea. Por la tarde y antes de abandonar el colegio, mi presencia fue requerida una vez más por la autoridad. La directora se había enterado del texto que habría ya seleccionado como penitencia, y sin mediar opinión o derecho de réplica, aquel fue prohibido. Alguién habia filtrado información sobre mi acto-revancha. Una vez más el profe de pintura vino al rescate, me regaló un libro de seleccion de poemas y discursos y me señaló algo de Sir Winston Churchill. Toda esa tarde la pasé leyendo el libro, y me encontré un poema llamado Como Hacerte Saber, firmado por Walt Whitman. El jueves siguiente me volvió a llamar la directora y me preguntó sobre mi desición, quedó muy tranquila al saber que declamaría un poema de Whitman. Aprovechó para aconsejarme que me alejara del profe de pintura, ya que era de ideas extrañas y que seguramente disgustaría a mi familia si me dejaba influir por ellas. La noche del domingo mi padre me llamó para preguntarme si ya habia aprendido el discurso de Luther King, hizo una mueca de disgusto cuando le dije que me lo habían prohibido; pero sonrió y me abrazó cariñoso cuando le declamé el poema de Whitman, con tono de complicidad dijo: - A ver si lo entiende- El lunes me sentí como Silverio Pérez en la Plaza de toros, subí al estrado y ante la espectación general, declamé con voz clara y emocionada el poema. Al terminar se hizo un denso silencio, que fue estrepitosamente hecho añicos por el aplauso de la banda que contagió a los demás compañeros y a los profesores, había cortado orejas y rabo. Quiza hubo muchos más, pero mi mente sólo recuerda que la directora no aplaudió, por el contrario se afanaba en callar a los compas. Estos versos me han acompañado desde entonces, recien viajaba en el metro y un joven subio al vagón y los declamó, sin embargo el asignó la autoría a Mario Benedetti. Contagiado de emoción y de curiosidad vine a casa y busqué en la red el poema, y es verdad, lo encontré en varios sitios y en algunos lo atribuyen a Whitman y en otros a Benedetti. Por razones obvias de sentimentalismo rastrero, yo sigo creyendo que son de Whitman. Como hacerte saber... Que nadie establece normas, salvo la vida.
Que la vida sin ciertas normas pierde la forma.
Que la forma no se pierde con abrirnos.
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.
Que no esta prohibido amar, que también se puede odiar.
Que el odio y el amor son afectos.
Que la agresión porque sí duele mucho.
Que las heridas se cierran, que las puertas no deben cerrarse.
Que la mayor puerta es el afecto.
Que los afectos nos definen.
Que definirse no es remar contra la corriente.
Que cuanto más fuete es el trazo mas se dibuja.
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio.
Que negar palabras implica abrir distancias.
Que encontrarse es muy hermoso.
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida,
Que la vida forma parte del sexo.
Que el por qué de los niños, tiene un porque.
Que el querer saber de alguien, no es sólo curiosidad.
Que el querer saber todo de todos, es curiosidad malsana,
Que nunca está de más agradecer.
Que autodeterminación, no es hacer las cosas solo.
Que nadie quiere estar solo.
Que para no estar solo hay que dar,
Que para dar debemos recibir antes.
Que para que nos den también hay que saber pedir
Que saber pedir no es regalarse.
Que regalarse en definitiva es no quererse.
Que para que nos quieran, debemos demostrar qué somos.
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo.
Que ayudar es poder alentar y apoyar.
Que adular no es apoyar,
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara.
Que las cosas cara a cara son más honestas,
Que nadie es más honesto porque no roba.
Que quien roba, no es ladrón por placer.
Que cuando no hay placer en las cosas, no se está viviendo
Que para sentir la vida, no hay que olvidarse que existe la muerte.
Que se puede estar muerto en vida.
Que se siente con el cuerpo y con la mente.
Que con los oídos se escucha,
Que cuesta ser sensibles, y no herirse
Que herirse no es desangrarse
Que para no ser heridos, levantamos muros
Que quien siembra muros, no cosecha nada
Que casi todos somos albañiles de muros
Que sería mejor construir puentes
Que sobre ellos se va a la otra orilla, y que también se vuelve.
Que volver, no implica retroceder.
Que al retroceder, también se puede avanzar.
Que no por mucho avanzar, se amanece más cerca del sol
¡Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida!
Al paso del tiempo, me parece que ese fue mi acto iniciatico en el interminable camino de los renegados; de los que ahora veo son más de los que yo mismo pudiera imaginarme. Vaya este mal escrito como un saludo para todos ellos, que aunque de algunos reconocemos nombre, voz y rostro; la gran mayoría somos los sin rostro, la maza, o como dice un amigo entrañable; somos la chinaca popular. Saludos a todos pues!