17 noviembre 2007

Delincuencia Organizada, policia desorganizada...

Abrí la puerta tras acudir al insistente llamado del timbre. -Ahi le hablan mae- dijo uno de los albañiles, señalando al policía.
Salí y de inmediato el oficial me enteró que teniamos un grave problema;
-Sus andamios estorban el paso de la gente por la banqueta, es una falta admistrativa y me voy a llevar a los señores ante el juéz cívico-
Ese sábado resanaríamos y pintaríamos la fachada de la casa, para tal efecto había rentado un par de andamios de metal, y le había pedido a los albañiles que señalaran el área de trabajo con cinta plástica amarilla, justamente para advertir a los peatones de los trabajos que se realizarían. Por supuesto que el policía magnificó cualquier falta en la que hubiéremos incurrido, sin duda alguna su intención se centraba en hacer laxa su "autoridad" mediante alguna dádiva ecónomica; cosa que por otro lado yo no estaba dispuesto de forma alguna a aceptar.
Ante mi negativa, el policía llamó a su compañero, que hasta ése momento había permanecido en la patrulla y tras intercambiar algunas consideraciones con el primer oficial, se acercaron y me informaron que en sagrado cumplimiento de su trabajo, procederían a llevarse a mis dos albañiles ante el juez mixto de paz.
-En todo caso oficial-aclaré-debe llevarme a mi, ya que ellos solamente obedecen las instrucciones que les he dado-
Sorprendidos, me pidieron que subiera a la patrulla, cosa que no acepté y señalé a mi automóvil que estaba estacionado unos metros más adelante. Acordamos que los seguiría.
Sin embargo en cuanto iniciaron marcha y yo detrás de su patrulla, advertí por el espejo retrovisor que otra patrulla se detenía frente a mi casa, razón por la cuál decidí dar marcha atrás y volver.
En efecto, la escena y los discursos se repetían con los nuevos patrulleros. Cuando reiniciaba mi explicación, volvió la primer patrulla, el uniformado descendió con el ceño fruncido e interrumpió mi discurso, interponiéndose entre el segundo policía y yo.
Pedí a los jóvenes trabajadores que abrieran la puerta del garage y de inmediato metí mi automóvil. Regresé con los policías y les mostré la solicitud del permiso para realizar la obra debidamente requisitada ante la Delegación Política. La leyeron los dos, y uno de ellos de me pidió el "permiso" o la respuesta a mi solicitud.
En vano resultó mi explicación; que debido al poco metraje de la obra de marras, el funcionario de la Delegación me informó que no era necesaria la solicitud ni el "permiso".
El conductor de la primera patrulla se bajo y jaloneó a uno de los albañiles, quién envalentonado retó a golpes al oficial.
Debí intervenir y ordenar a los albañiles que ingresaran a la casa.
En cuanto cerré la puerta, para volver con los policias, llegó una camioneta de policía más.
Dos patrullas, una pick-up y 8 policias celosos del puntual cumplimiento de la ley, se enfrentaban furicos a los "razonamientos" de un ciudadano común y silvestre, que unicamente pretendía darle mantenimiento a la fachada de su casa.
Ante tal situación y recordando mi pasado "priista" decidí cambiar de estrategia. Les mencioné que como profesionístas, mi esposa y yo participabamos de forma voluntaria en las jornadas de salud que organiza nuestro delegado "perredísta", y rematé preguntándoles sobre la necesidad de llamarle telefónicamente e informarle de "mi problema" para que me diera algún tipo de orientación.
La estrategia produjo resultados; uno de los últimos policías en llegar, y que al parecer era de mayor rango que los demás, se dirigió al resto;
-Compañeros hay que prestarle apoyo al compañero ciudadano- y se volvió a mi; -Aqui los compañeros se darán sus vueltecitas para auxiliarle en lo que se le ofrezca-
Patrullas y policías sobre ellas se retiraron, los albañiles por fin podrían realizar su trabajo. Ese sábado fui el héroe de mis trabajadores.
Transcurrió el tiempo, durante el cuál, en varias ocasiones fui visitado por el policía que conduce la pick-up, siempre intercambiamos amables saludos, el désde su patrulla se detenía y tras el saludo me preguntaba sí se me ofrecía algo, en una ocasión me dió una tarjeta con un número célular anotado; el teléfono del sector, por si teníamos alguna emergencia.
Nuestra vida transcurrió dentro de un ambiente de seguridad, hasta cierta amistad con la policía habíamos podido desarrollar.
Esta seguridad se volvió motivo de presunción, debido a que, en por lo menos tres ocasiones nos llamaron a la puerta; una para avisarnos que en la cajuela del automóvil (estacionado sobre la acera) habíamos olvidado las llaves. Las otras dos llamadas a la puerta fueron por motivos semejantes; las llaves olvidadas sobre alguna de las puertas de casa.
En verdad nos sentimos resguardados e incluso apapachados por nuestros vecinos. Con la salvedad de aquellos que me señalan por mis preferencias políticas o por el aspecto estrafalario de los amigos de mis hijos, y quiza por el estruendo ocasionado por los ensayos de sus bandas.
Lo único que rompía nuestra tranquilidad era el puntual llamado dominical a nuestra puerta (a las nueve de la madrugada!) por los persistentes "Testigos de Jehová", que con el invento de una estrategia nos evitó que el trato se tornara ríspido y prolongado y que las visitas fueran menos frecuentes; nos turnamos los miembros de la familia, con fingida amabilidad les informábamos que más tarde vendría la abuelita a leernos las "buenas nuevas" de hace dos mil años. Se despedían inmediatamente, complacidos, sonrientes y amables; por otro lado despechabamos el asunto en segundos y nos evitabamos bizantinas e inútiles discusiones sobre la cristiana mitología y sus truculentas interpretaciones.
Este fïn de semana las cosas cambiaron; me quedé dormitando frente al televisor de la recámara. Perdí la noción del tiempo, el sonido del teléfono me despertó a media noche, no encontré una extensión cerca de la cama. Debí levantarme y a medio camino rumbo al estudio la señora del servicio finalmente contestó. Aproveché para cambiar de destino y llegar al sanitario. Adormilado, medio entendí que era Monik quién llamaba. Instantes más tarde escuché el ruido que hace la puerta cuando abre.
Pensé que finalmente llegaba Monik del taller de estética al que había asistido en compañia de otras doctoras, cosa que me permitió usar mi malestar de pretexto y permanecer en casa. Finalmente podríamos dormir tranquilamente hasta el domingo, los jóvenes habían logrado el permiso de pernoctar en casa de alguno de sus amigos.
Salí del baño y esperé algunos minutos al final de la escalera, para sorprender a Monik cuándo subiera.
Y subió corriendo, gritando, agitada, precupada;
-Nos asaltaron, nos asaltaron!-
El sorpendido fui yo, antes de obtener alguna respuesta a mis preguntas, ella volvía con el duplicado de las llaves del auto. Bajamos juntos, abrimos el garage y metió el auto.
Entonces con el miedo dibujado en el rostro y la piel transparente me explicó, sin pausa alguna:
-Llamé a casa y Doña Vicky me dijo estabas dormido, así que le pedí que saliera y me acompañara a dejar a Su.-
-Cuando llegué frente a la casa me estacioné sobre la banqueta, subió doña Vicky al auto e intenté llamar a Rick y a Axel para saber como estaban-
-Se estacionó un auto junto a nosotros del cuál bajó un jovencito que pensé era amigo de nuestros hijos y cuando le regresaba el saludo me encañonó con una pistola y trataba de abrir la puerta, mientras por el otro lado un muchacho más, gritaba e intentaba abrir la otra puerta-
-¡Todo esto en tanto hablaba por teléfono con Axel!-
-Me pidió la bolsa de mano y se la dí, intentó quitarme el celular y se lo jalé, le dije que no se lo daría-
-A gritos me exigía la las llaves del auto, nos se las dí, le dije que se fuera, que no los siguiría-
-Entonces volteé y vi su cara enardecida y sentí el cañon de la pistola sobre mi cabeza, tomé las llaves y se las dí-
-Justo entónces volvieron al automovil rojo y se marcharon a toda velocidad-
En esta parte del relato Monik lloraba y se estremecia entre mis brazos. El rencor, la culpa, la impotencia se arremolinaron en mi mente, pedí un teléfono y llamé primero al número de emergencias 060; uno, dos... diez intentos y ninguna respuesta.
Recordé la tarjeta entregada por el policía de la pick-up, la pedí y marqué el número, la respuesta fue contundente, una grabación anunciaba; "El número que Ud. marcó no existe..."
Colgué e insistí al 060, finalmente una soñolienta voz femenina me respondió, preguntándome por el motivo de mi llamada. Le explique de la forma mas sintética posible, repitió mi nombre, teléfono y domicilio para asegurarme que de inmediato llegaría el auxilio a mi casa.
Antes que cualquier policía, llegó el esposo de Su, Héctor.
Monik aún temblorosa hacía el recuento de las pérdidas; dinero, agenda, bolsa, tarjetas... cuando hiló; las llaves y las identificaciones!
Un nuevo motivo de angustia se sumó; la posibilidad de que regresaran, de que nos atacaran en casa, del secuestro.
No resultaban convincentes las argumentaciones que dabamos sobre la escasa posibilidad de que eso sucediera, ya que la experiencia sobre el modus operandi de ese tipo de delincuentes observa que después de tomar los objetos de valor, el resto lo arrojan a la calle, incluso muy cerca del sítio del ilícito.
El esposo de Su, el buen Héctor, propuso que caminaramos una o dos calles para intentar recuperar algunos de los objetos, que según nosotros habrían arrojado por ahí. Preparé té para las alteradas damas y salimos en búsqueda de los objetos robados.
A media calle encontramos a un cuarteto de policías, les pedí auxilio, que reportaran por radio el automóvil de los asaltantes (Monik había anotado las placas), pero la respuesta fue tajante;
-No tenemos radio mi jefe, además estamos auxiliando a la jóven que parece estar drogada-
En efecto, en la acera de enfrente y a la puerta de un prestigiado y piadoso colegio, producto quiza de una de las famosas "Noches Coloniales" se encontraba una jovencita llorando, semirecostada sobre el piso y con evidentes efectos de alguna sustancia sobre su organísmo.
Entendí; la emergencia y en su caso, la recompensa; además lo delicado del caso requería de la absoluta pericia del cuarteto de guardianes del orden. Seguimos a la búsqueda, entre los matorrales Héctor encontró un par de carteras, sin dinero, pero con identificaciones de sus propietarios, quiénes seguramente habrían sido asaltados. Cerca de 30 minutos empleamos en la búsqueda, al volver a casa y justo cuando estaba cerrando la puerta, pasó una patrulla, sin luces, hizo alto. el conductor y único ocupante nos observó, salí y le dí los datos del auto de los delicuentes, una vez más, la patrulla carecía de radio... pero me aconsejó:
-Sí tiene los datos y tiene tiempo, vaya a la agencia del ministerio publico e inicie una averiguación- dicho lo anterior reinició la marcha se se perdió entre las calles.
Casi tres horas después de tan penosa experiencia, Su y Héctor volvieron a su casa. La policía nunca se presentó en lugar del ilicito.
Nosotros tratamos de correr todas las cerraduras, tranquilizar telefónicamente a los hijos e intentar dormir. La noche fue de sobresaltos para Monik, hasta que el abrazo nos proporcionó calidéz y seguridad. Finalmente pudimos dormir un par de horas.
El sábado nos despertó con las preocupaciones; las denuncias, el cambio de chapas de casa y de los consultorios, las del auto, etc.
Recién salíamos de la ducha para preparar nuestro día, y el teléfono sonó: lo contesté, una voz masculina preguntaba sobre la señorita Mónica, sin contestar, permití que continuara hablando;
*decía ser el propietario del automóvil en el que la noche anterior habían asaltado a la señorita;
*que a él, horas antes habia sido secuestrado junto con su esposa;
*que los traían agachados en el asiento posterior, saquendo sus tarjetas en los cajeros
automáticos;
*que los delicuentes hacían tiempo para después de la doce de la noche, pudieran volver a sacar dinero de los cajeros;
*que en ese tiempo habían visto el auto estacionado con varias mujeres a bordo y en ese instante habían decidido asaltarlas, para poder cambiar de auto y de víctimas;
*que en la madrugada, después de volver a obtener dinero de los cajeros, finalmente los habían dejado libres, sanos, salvos y dentro de su automovil en alguna zona de Ixtapalapa;
*que habían denunciado los hechoa ente la agencia del ministerio público correspondiente
*y que al revisar su auto habían encontrado llaves, identificaciones, y la agenda de Monik, atreviendose por ese motivo a llamarnos, con el fin de hacernos entrega de los objetos mencionados para nuestra tranquilidad.
Con muchas dudas, después de expresarle que los objetos pertenecían a mi esposa a quién había internado en el hospital por crísis nerviosa (mentira defensiva), conviné con él en citarnos en la Agencia del Ministerio Público de la Delegación Benito Juárez.
Con cierta dósis de miedo e incertidumbre, me apersoné en el lugar convenido. Se me acercó un hombre bién vestido, de alrededor de cincuenta años de edad, y preguntó por mi nombre. Asentí y dejando de lado cualquier tipo de ceremonias, me mostró una bolsa de plástico de color negro y repitió la historia que me había contado telefónicamente.
Acudimos con el juez mixto de paz, quién se negó a dar fe de la entrega y recepción de los objetos.
Fuimos con al egente del ministerio público, quién también se negó, argumentando que;
"-los objetos forman parte de un ilicito, por lo que deben ser entregados al agente de Ixtapalapa que inició la averiguación, como parte de la misma; -pero si quieren, dijo, pueden hacer entrega personal, siempre y cuando redacten un recibo, anexen sus respetivas identificaiones y lo firmen al calce, quedándose cada quién con una copia del mismo.- " Así lo hicimos finalmente, ademas del recibo y su identificación, le pedí una copia de su averiguación. Acepté ir al domicilio del extraño y ahi redactamos el recibo y me hizo entrega de las cosas de Monik.
Los ciudadanos tomamos un atajo, fuera de las instituciones para restañar alguno de los daños causados por la delincuencia, y agravados por las "instituciones" que nos brindan seguridad.
Ya habíamos decidido no hacer denuncia alguna, pero entre las cosas recuperadas no esta la llave del automóvil, y las llaves de casa y de los consultorios que recuperamos han pasado por las manos de un extraño.
Hoy lunes he cambiado algunas chapas y combinaciones, lo que aumenta el costo del asalto; y en cuanto el trabajo nos permita, iremos a hacer la denuncia correspondiente; lo haremos como un acto de protección jurídica contra cualquier tipo de acciones futuras, pero absolutamente convencidos que la acción policiaca no culminará con la detención de los delincuentes.
Que sabios fueron los Polivoces al acuñar la frase; "La Polecia siempre en vigilia"
A nosotros como familia, afortunadamente nos queda el abrazo, que entre otras cosas, ahora es el sítio donde se cicatrizan, y se restañan las agresiones de medio ambiente que producen nuestra enconada sociedad. El abrazo también nos proporciona seguridad.
Extraviados lectores, cuídense y mantengan listo el abrazo, que alguién cercano a uds. seguramente lo requiere.